jueves, 1 de noviembre de 2007

¿Google es Dios?

Uno empieza a ser consciente de sus dependencias cuando aquello de lo que dependemos falla.

Hoy nadie busca en una enciclopedia. Tampoco se llama a los números de información telefónica (yo por lo menos). Todo está a uno, dos, tres, cinco o seis clicks a lo sumo. La red lo sabe todo. Si no estás en la red, no existes.

Página de inicio: Google, Yahoo, Msn o cualquier otro buscador. A partir de ahí; a rastrear, que ya aparecerá.

El problema surge cuando Dios no responde a nuestras llamadas. Imposible, cómo no va a estar - te dices-. Dios es omnipresente y omnipotente, pero Google - descubres- no es Dios. Casi, pero no.

Tampoco es fácil conceder que hay muchas tecnologías que nos tienen sujetos por los cojones. Y otros tantos hábitos que van de la mano. Por eso, cuando cogemos el móvil y llamamos a seis números distintos y nadie (¡ninguno de esos seis números!) nos contesta, sentimos que el mundo se nos cae a los pies. Es una frustración, un desasosiego.

Quizás no sobra aquí la idea de una sociedad de la inmediatez. Cada día tenemos más megas por segundo, las noticias nos llegan al móvil cuando apenas hace un instante que han sucedido y en miles de webs podemos seguir los eventos en tiempo real: la sentencia del 11 - M en la web de el mundo, por ejemplo.

Somos además cyborgs, incapaces de vivir sin una conexión a la red; sin nuestro móvil, nuestro IPOD o nuestra PDA. La tecnología y sus mundos virtuales nos han penetrado y se intuye que ya no nos abandonarán.

Crecen aquellos espacios generadores de nuestra otra vida, ésa que no es sino una serie de combinaciones binarias, pero cuya verdadera fuerza reside en sacar fuera a esos dos alter ego que todos llevamos dentro. Exhibicionistas y voyeurs. Quién, sin engañarse, puede dudar de ello.

Alabados seáis, nuestros señores: Facebook, Blogger, Myspace, Fotolog, pues para todos nosotros habéis sido creados.