viernes, 25 de abril de 2008

Cine digital I


El "boom" digital trastoca, para bien o para mal, nuestras vidas. Y, como parte de ellas, el cine no permanece ajeno.

Hay quién dice que el cine está muriendo. Que 300 no es cine. Será otra cosa pero no cine, aseguran. Como Sin City, 300 salió de las manos de Frank Miller, un dibujante de cómics. Las dos adaptaciones ruedan a los actores y a parte de los decorados en plató, pero el grueso de la imagen es digital, elaborada en la postproducción. De hecho la textura de los propios actores adquiere un matiz artificial al ser retocada digitalmente. Los callejones de Sin City, su narrativa y sus efectos parecen estar más cerca del cómic que del cine. Y, a algunos, nos encanta. Es de suponer que esto lo está notando la industria.

Antes de todo esto ya llegó el video para cuestionar la esencia fílmica y la narrativa convencional, hollywoodense. Las películas de Dogma 95 La celebración y Los idiotas demostraron, cámara en mano, que el video traía nuevos horizontes narrativos a una sociedad que ya había conocido el VHS y las grabaciones domésticas de las vacaciones con la abuela y el tuperware.

Todos estos cambios son una propuesta de mirar el cine desde otra óptica. De darnos cuenta que el cine clásico de los estudios norteamericanos es solo una manera más y que los cambios tecnológicos influyen en las películas. La cuestión en juego es si todas estas mutaciones afectan a la esencia del cine y, si así fuera: ¿La mejoran o la envilecen?

Yo opino que la esencia del cine va más allá de una cuestión de formatos. Las posibilidades que otorga lumínicamente una película fotosensible todavía no están a alcance del digital, pero si algun día este último se impone, bienvenido sea. En cuanto a las convergencias cine-cómic, la rotura de algunos parámetros clásicos y apuestas como Dogma: solo rompiendo y reelaborando lo que ya está hecho se dice ALGO.

Bien. Todo esto tiene que ver, al menos en parte, con otra mutación: la vuelta del cine espectáculo ( las mencionadas 300 y Sin city, Godzilla, King Kong, Titanic, etc.) De ello hablaré en el próximo post.

Disparo en el desierto


La fotografía. Parecería que el número de combinaciones, de milagros que podemos hacer con una cámara es finito. Parecería que, habitantes del siglo XXI, estamos empachados de imágenes. Parecería que la fotografía ha muerto y que ya solo la aceptamos cuando se multiplica por 24 y soñamos el movimiento.
Que nadie la entierre todavía. Si uno afina el oído la oye crujir y, después, estallar.
En un instante aquello cotidiano se convierte en magia. Una buena fotografía es un tiro en el desierto, un ruido en orejas sordas. Inexplicable, fascinante.

domingo, 20 de abril de 2008

Levante su adoquín, por favor

Aquella tarde, en el estadio de fútbol de Córdoba, Miki Volek nos habló de un joven poeta llamado Jan Palach y de él nos leyó un poema al que había puesto música. El poema decía: Yo me atrevo porque/ tú te atreves porque/él se atreve/nosotros nos atrevemos porque/vosotros os atrevéis porque/ello se atreven.
"68" en Historias Marginales de Luis Sepúlveda.

En el Babelia de este sábado hay un monográfico sobre las revueltas de mayo del 68 y lo que supusieron (si es que supusieron algo, dicen algunos).

Antonio Muñoz Molina asegura que los parisinos del mayo francés fueron unos "niños pijos", que jugaba a revolucionarios. Él reivindica lo que considera luchas coetáneas con mucha más entidad: el "I'm a man" de Martin Luther King y la revuelta de Praga.

Bueno, bueno. No está mal. Pero no puedo contenerme y callar ante alguna de sus frases baratas: "Que se sepa, ni Jean-Luc Godard ni Jean Paul Sartre llevaron su maoísmo al extremo de irse a vivir a una de aquellas comunas agrícolas chinas tan frecuentadas por profesoreso intelectuales acusados del delito de llevar gafas o de leer algún libro que no fuera el libro rojo de Mao, ese modelo de libertad de pensamiento" . Ya. Hubiesen sido más útiles cultivando arroz.

Sin embargo, comparto con Muñoz Molina que toda reivindicación debe llevarse desde la coherencia. Y levantar los adoquines si no tienes playa que ofrecer es, como poco, un tema complicado.

No obstante creo mucho más rica en matices la reflexión que hace el francés Edgar Molin en el mismo suplemento. Porque la realidad no es blanca ni negra y solo nos acercaremos a ella si aceptamos sus múltiples matices y su enorme complejidad. "La mitología de la felicidad de esta sociedad se hundía. (...) Mi tesis es que los adolescentes, en tanto que malla más débil de la sociedad aún no integrada, sienten de forma más intensa las tragedias y las carencias de la sociedad. Mayo del 68 fue una revuelta que iba más allá de la simple protesta. Malraux la llamó, acertadamente, crisis de civilización"

" Hay que decir que progresivamente los pequeños grupos políticos troskistas maoístas y otros, no solamente quisieron adueñarse del movimiento, sino que lo parasitaron" dice Morin. Quizá esa espontaneidad de la primera parte de la revuelta, libre de parásitos, tenga algún sentido. ¿Mayo del 68 hizo más o menos fuerte al sistema? ¿Facilitó la entrada de movimientos como el feminismo y la lucha del colectivo gay? ¿Generó un mayor conciencia colectiva de los fallos de nuestro sistema político-económico?
"Asi como las decimonónicas sociedades de producción se erigieron sobre la previa conversión de toda actividad en trabajo abstracto e indiferenciado, contable en tiempo y dinero, las vigentes sociedades de consumo sólo fueron posibles gracias a la reducción de todo apetito a un deseo de consumir igualmente descualificado y neutro (...) Mayo del 68 fue una rebelión desordenada contra esa nueva pedagogía deseo, y por eso surgió en plena instalación de la sociedad del consumo" dice, en las mismas páginas babelianas, José Luis Pardo.

Señor Muñoz Molina, no es oro todo lo que reluce. Bien lo sabían aquellos jóvenes que usted ridiculiza. Así que frote un poco y encontrará la roña de nuestro sistema.
Un ejemplo. La tele reluce y hay más porcentaje de mierda que de oro:


Levante su adoquín, por favor. Difundalo. http://www.tace.es/

sábado, 19 de abril de 2008

Tilmun y La canasta

He estado viendo al grupo de teatro de mi colegio: Tilmun. La obra es "La Canasta" de Miguel Mihura.

El texto tiene poco desperdicio. Quizá flojea en el segundo acto, en el que los diálogos brillan menos, pero, a cambio, la trama avanza más rápidamente. Ana María y Ramón son una pareja de pequeños burgueses. Ella es una diva de la canción, la voz de Chile - aunque, como ella misma reconoce- no sea de Chile. Él es un hombre en busca de tranquilidad, que sueña con una casa de campo "donde leer y tener una biblioteca con libros godos". En el hotel en el que tienen lugar sus encuentros - ¡desde hace quince años! - Ramón le propondrá matrimonio. Pero la vida que les espera dejará mucho que desear.

Mihura afila la pluma y describe la decadencia - si alguna vez estuvo arriba...- de la burgesía. Los personajes de "La Canasta" están corroídos por una enfemedad de pies a cabeza: la hipocresía. En ellos no es un "flirt" pasajero, sino una patología que ni el paso del tiempo les hará abandonar.

Fernando: " aquí todos jugamos"

A qué juego, pregunta la inocente Ana María.

Fernando: "Al juego del adulterio"

Pero este sólo es un juego más. Y es que, como dice el propio Fernando, "a mí, personalmente me resulta un poco pesado". Una clase que se aburre hasta de su propia diversión.

Los amarres que ofrece el imaginario burgués, parece querer decirnos Mihura, están rotos. No tienen sentido. Por eso, como dice una Ana María tan lúcida como solo lo pueden estar los locos:" Ramón, tú quieres casarte conmigo para estar con otra, para engañarme"

Cuando todo es engaño, parece difícil que la inocencia sobreviva. Por eso Ana María es tan entrañable. Porque, con sus pequeñas ruinas de diva que gusta de ser envidiada, es el entusiasmo loco, puro, desinteresado. Tan puro, innato, que le puede llevar de amar la canción y el espectáculo, a, con la misma pasión, convertirse en furibunda de las labores domésticas y "el teje maneje" con el servicio, al que regatea hasta el último céntimo no por avaricia, sino por pura diversión; como un gato jugando con un ovillo de lana.

La llegada de Doña Paula y Cristinita, madre y hermana de Ana María respectivamente, a la casa del matrimonio, supondrá un punto de inflexión. Y otra vez el derecho y el revés, lo que es y lo que parece ser. Pero Ramón y Ana María ya han empezado intuir que quizá la felicidad se encuentra en ese hotelito de parejas de moral distraída...

He disfrutado y me ha emocionado la obra. Desde que estoy en mi colegio mayor, siempre me había situado en el escenario. Esta vez he elegido estar detrás de la barrera. Y he descubierto que a la vez que se emocionan, emocionan. Y he sentido envidia, mucha envidia. Algo raro, si se piensa que a la vez sentía una inmensa gratitud.

*El texto lo he citado de memoria. Creo que los libros no eran godos, jeje.
** Hoy y mañana, Sábado y Domingo, 19 y 20 de Abril "La Canasta" se representa en el CM Isabel de España, calle Ramón Menéndez Pidal n 5, a las 20:00.

viernes, 11 de abril de 2008

La división del trabajo

"La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. (...) Cuando más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios"

Las Venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano. Pág. 1

jueves, 10 de abril de 2008

Le tocaba morir a Mazzonni

Le tocaba morir a Mazzonni. El sicario era joven, pero no inexperto. Es probable que en sus escasos veinte años de vida ya tuviese más de cincuenta baños de sangre. Un solo bautizo. Luego, funerales. No es la mejor vida. Por eso se ahogaba en whisky. A mí se me hacía raro verlo así: con los manos sobre la cabeza, relajado. Su seña de bulldog, de perro de presa, era no alejar las manos de su Walther P38, una nueve mílimetros que hacía las veces de amante entregada. Tu pistola es como tu falo, hay que saberla manejar. A él no le suponía ningún problema, había aprendido a disparar mucho antes que a cascársela.


Al sitio le llaman la cuadra. No me preguntéis por qué. Quizá porque ha visto pasar a ninfómanas desbocadas como yeguas a cambio de gramos. Aquel día todo era más sutil. En la mafia también hay nobleza. Y parte de ella estaba allí.


Yacía en el suelo, las balas le habían perforado el cráneo pero había menos sangre de lo habitual. Su asesino se alegró de no tener que cambiarse de ropa al llegar a casa.

No sé sobre que escribir...

Está fraguándose el próximo número de "El Búho", la revista de mi Colegio Mayor. A falta de algunos artículos he oído repetidas veces aquello de es que no sé qué escribir.

A mí me pasa al contrario, no sé sobre qué NO escribir. De todo se puede decir algo. Reconozco que hay días que nos sentimos más inspirados y otros, menos. Y que hay temas que nos inspiran más que otros. Pero tampoco pretendo ser Capote.

Siempre hay algo que decir. Igualmente, siempre hay razones para no decir nada.

Escribe. Porque tampoco hay grandes razones para levantarse cada mañana y, a día de hoy, yo no me he planteado dejar de hacerlo.

PD: a un francés, R. Queneau, le bastó un autobús y un viajero que pisa a otro para escribir todo un libro. El tipo, claro está, era un genio.

PD2: en este ejercicio sofista he escrito sobre no saber qué escribir...

sábado, 5 de abril de 2008

Enamorado (del cine)


Ayer fui al cine. Estaba indeciso, hasta que perfile dos opciones: La soledad, En el valle de Elah. Escogí la segunda. La película de Jaime Rosales la he dejado para hoy. Ya os contaré.

LLegué a la plaza de los cubos y me metí en el cine Princesa. Tras pagar 6'50 - dentro de poco habrá que hipotecarse para ir al cine- me metí en una "minisala" con, para colmo, la butaca más reclinada de lo que yo estimo deseable. Pero en seguida me olvide de todo.

En el valle... me atrapó. Comienzo "in media res". Un soldado desaparecido tras volver de luchar en Irak. Su padre, un espléndido Tom Lee Jones, le busca.

Paul Haggis (guionista de, entre otras, Million Dollar baby y Cartas desde Iwo Jima y director de Crash) escribe y dirige está historia. Un hecho llamativo es que, para mostrar Irak, no recurre a flashbacks, sino que utiliza el recurso del video en el móvil. Mike, el soldado desaparecido, grabó videos de Irak en un teléfono que ha quedado muy deteriorado. Su padre los va viendo mientras busca a su hijo. El calor los ha pixelado y las imágenes a las que tenemos acceso los espectadores son una suerte de fragmentos rotos, inconclusos, indeterminados; que añaden dramatismo y verdad.

En esta era del video digital, de la abundancia de información, el cine no puede sino hacerse eco del cambio de paradigma. La mirada pasa a ser subjetiva y es probable que los videos que un chico grabó en Irak nos enseñen más que todos los totales de la CNN. Rec, La bruja de blair han caminado por ese sendero. La óptica del narrador es cada vez menos omnisciente porque nuestro tiempo no lo es. Hay miles de fuentes, de miradas, que se hacen públicas en la red y que desafían la versión canónica, institucionalizada, de las cosas.

Esa versión canónica se cae en la película. Porque, al menos para mí, no es posible mantener el ideal del patriota que lucha por la democracia, pensando en su país y creyendo que exportando "la libertad" hacen legítima la lucha. Ya no puedo creer en valores; en un honor y en una moral. Bueno más bien, en su honor y su moral.

El personaje de Tom Lee Jones, sargento y padre de un soldado muerto -el hermano mayor de Mike- representa ese honor y esa moral. Entiende que hay unos códigos. Es el viejo americano. Pero, al igual que le ocurría a su personaje del Sheriff en No es país para viejos su mundo ha muerto. Ahora ya no hay reglas. La única regla vigente es la del más fuerte. Y, al lado, como verdad ineluctible, la muerte.

Es difícil concebir una película tan crítica como En el valle... Aunque no menos cierto es que el final, con la bandera americana ondeando, aunque sea boca a bajo -¿Reclamando paz?-, redime. Redime a un país y a unos ideales. También suaviza el mensaje crítico la historia de David y el gigante. No os quiero reventar la pelí. Así que no diré mucho más. Pero David era valiente y no sé si esa es la mejor idea que nos debe quedar de los jóvenes que van a Irak. Aunque la entiendo. Entiendo al padre de Mike.

En cualquier caso, muestra lo que es Irak. Y enseña también que en la guerra no existen héroes. Sólo chavales, que ametralladora en mano se brutalizan, se manchan y llegan al extremo. De ahí en adelante son víctimas y aunque han llorado sus pecados, la sangre no les dice nada. Como quién tiene un cuchillo y le es indiferente clavarlo o no. Indiferente también será que te lo clave en la nuez o, poco más abajo, en el esternón.

Es dura. Brutal. No sé que hago últimamente pero, por suerte, pocas veces me equivocó con la película que decido ir a ver. Quizá soy poco exigente. Quizá me he enamorado del cine. Y, como les pasa a todos los enamorados, no se ver los defectos.