lunes, 31 de marzo de 2008

Más lejos que la palabra


El Aura.
GENERO: Thriller DIRECCION: Fabián Bielinsky GUION: Fabián Bielinsky INTERPRETES: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Alejandro Awada, Pablo Cedrón. AÑO DE PRODUCCION: 2005
Ficha completa en IMDB

Las películas, como otros relatos, pueden tener su origen en una nimiedad. Basta una imagen. Una idea. El aura yo la creo concebida con la siguiente: un hombre epiléptico que sueña con atracos. Eso y más es el personaje de Ricardo Darín.

Nuestro protagonista se dedica a la taxidermia (diseca animales), posee una excelente memoria y pierde su tiempo imaginando atracos que nunca lleva a cabo. Pero un día, tras un trágico accidente, aquella imaginación cobra visos de hacerse real.

La película no pierde tensión en sus 126 minutos de metraje. Con un principio que descoloca al espectador, nos introduce la epilepsia del personaje de Darín. Cada ataque epiléptico está precedido del aura, que es una sensación o fenómeno de orden cutáneo, psíquico, motor, etc. Pero es que el aura también es el halo que rodea a Darín, que baila con la más fea y logra salir indemne.

Una gran virtud de la narración es que siempre elude ser explícita. El taxidermista lee lo que parece una carta de despedida de su mujer, nunca lo llegaremos a saber. La cámara eligió, acertadamente, el rostro de Darín. A veces intuimos más que sabemos. El aura es suspense y como tal sabe gestionar la información.

El taxidermista, por otro lado, tiene una peculiaridad que mantiene durante toda la película. El no hace las cosas, sino que las cosas le hacen a él. Incluso los actos más decisivos son fruto de una corriente invisible que los recorre. Nunca entra en juego la voluntad. El personaje de Darín podría decir: yo soy mis circunstancias, en lugar de yo soy yo y mis circunstancias.

Los personajes están trazados magistralmente. El viejo y el que probablemente será su último asalto. El matón. Los hermanos. Todos encajan y se nos hacen tan normales, que lo único fantástico del filme es que no sea real. La película deja la sensación de que aquello que la hace real es lo fantástico. El misterio se persona para dar voz a los personajes y mostrar, más que hurgar, su lado opaco.

Un valle sin domesticar es el marco ideal de la historia. Con personajes desgarrados (la chica) y salvajes (los cómplices de Dietrich).

El aura es buen cine porque: sabe contar una historia, se atreve con una narración pausada y engancha hasta la médula. Pero, sobretodo, hace algo que yo he intentado infructuosamente en este escrito, genera climas, sensaciones; que transmiten más que mil diálogos. Llega más lejos que la palabra.

La recomiendo.

sábado, 29 de marzo de 2008

Carta al director nonata (hasta ahora)

El otro día mandé esta carta a El País. Como me suele ocurrir, no me la publicaron. La escribí rápido y mosqueado, en los veinte minutos de retraso que tuvo el avión. Si no te publican, autopublicate. Ventajas de la web.

El Estado supone, entre otras cosas, vender parte de nuestra libertad individual a cambio de seguridad. En esta sociedad del miedo - a los atentados a las enfermedades, a la misma muerte - cada día se cede más. Cámaras en las calles, registros a doquier, detenciones sin pruebas, véase el caso norteamericano, y un largo etcétera de bondadosas medidas con las que podemos dormir tranquilos: las calles están limpias de delincuentes. Ir a un aeropuerto es, a día de hoy, exponerse a todo tipo de humillaciones. Te descalzan, te soban, te hacen sacarte cinturón, reloj y demás. Mi última vez es la que sigue: no poder pasar un tubo de pasta de dientes de 125 gramos y que estaba semivacío (el límite legal son cien gramos). Eso sí, en el tren, el barco o en cualquier otro medio de transporte podemos meter, ya no pasta de dientes, sino kilos de explosivos o la winchester de John Wayne. Paradójicamente, ahí si que hemos sufrido el terrorismo en nuestro país. Pero los trenes no los registran, no señor. Absurdo. Tan absurdo como que uno tenga que sentirse como un delincuente cada vez que franquea un control de aeropuerto. Lo próximo será introducirnos un puño vía rectal hasta que nos salga por la garganta y el culo nos arda. En ese momento, estad tranquilos, yo ya no estaré allí, sino levantando barricadas y redescubriendo las ya mohosas playas del 68. Y es que, parafraseando el lema electoral, hay motivo.

martes, 25 de marzo de 2008

Pensar la sexualidad


Leyendo ensayo te encuentras con ideas que ya barajaste, otras que intuiste y, las últimas, nuevas novias que a partir de ahora te rondarán.

Leí algo de la construcción social de la sexualidad y el género, reafirmé intuiciones respecto a orientación sexual y dominio y descubrí la teoría queer, ya descubierta por muchos otros. Todo esto me ocurrió entre las páginas de Focault y la teoría Queer, de Tamsin Spargo, profesora de Literatura y Estudios Históricos en la universidad John Moores de Liverpool. Está editado por Gedisa.

Reelaborando al filósofo francés y enseñándonos qué es lo queer y en qué se diferencia de otras luchas en el panorama gay y lesbiano, Spargo indaga en cuestiones que, como ser sexuado, no dejan de tocarte. Y, como reconsideración del mundo, resultan fascinantes. Pues, ¿el heterosexual nace o se hace? No es lo mismo que Astérix sea a que "le hayan hecho".

Según el argumento de Focault, la sexualidad no es una característica natural o un hecho de la vida humana, sino una categoría construida a partir de la experiencia, cuyos orígenes son históricos, sociales y culturales más que biológicos dice Spargo.

No menos seductora, a la par que hilarante y atronadora, es la idea que sigue. Pensar que en el XIX la homosexualidad es calificada de anomalía por parte de una clase burguesa que ve amenazado su orden. En otras palabras, los gays no tienen hijos y flaco favor le hacen con ello a la familia burguesa y a la necesidad de mano de obra inherente al capitalismo (harto preocupado por la reproducción de sus obreros).

Y es que las cuestiones de género y orientación sexual están sometidas a la lógica del poder. Pero no cabe entenderse el poder como una cuestión burda, de sometido y sometedor; sino como un complejo engranaje que funciona simulando ser natural y de cuyo funcionamiento sus propios ejecutantes pueden no tener conciencia.

Lo Queer, tal como yo lo entendí, acaba siendo una forma de posicionarse ante las diferencias de género y de orientación sexual. Si aceptamos que la sociedad construye roles e identidades, ¿Por qué no proponemos cambiarlos?. Es más, ¿Por qué hemos de ser gays o heteros? Bisexuales o pervertidos (si, como el personaje de Full Monty, nos masturbamos viendo los documentales de la 2) . ¿Quién construye categorías y clasifica? ¿La identidad es algo fijo?. O, como afirman algunas filosofías orientales, ¿algo móvil y cambiante, solo con una falsa sensación de unidad?

un queer movilizador, como un verbo que desestabiliza los supuestos sobre el ser y el hacer sexuado y sexual. En teoría, lo queer está en perpetua discordancia con lo normal.

En la dicotomía heterosexual/homosexual también hay perlas para la reflexión: En Gran Bretaña (...) la Sección 28 del acta de Gobierno Local de 1988, prohibía "la promoción de la homosexualidad" por parte de las escuelas -¿alguien prohíbe la promoción de la heterosexualidad?- (...) percibo mi identidad sexual dentro de un conjunto de "opciones" establecidas por una red cultural de discursos.

A mí me interesó. Y salgo con agenda pendiente: leer a, entre otras cosas, un muerto por sida. Foucault.



miércoles, 19 de marzo de 2008

Vuelvo (y anduve por Scasso)

Vuelvo.

Que he estado mucho tiempo ausente. Se me quedó en el tintero contar lo burdo de aquellos debates - puro circo- rajoy vrs zp. Se me quedó reseñar el 9 M. Pero ya lo hizo mucha gente por mí. Que cada segundo se producen toneladas de letras (si es que pesan y no flotan).
Vuelvo porque siempre hay algo que contar. Y porque si no hay nada por contar, podremos contar cómo contamos.

Una recomendación: Gólgota*, obra del argentino Leonardo Oyola y editado por A salto de página.
Frases como puñales. Viviendo entre los pibes se Scasso.

"Es increíble lo que les pasa a los que se ahorcan. Parec un chiste pero no lo es. El cuello se estira, parece de goma o de chicle. Como si los pies por más muertos que estén buscarán todavía llegar al piso. Puta que hizo mucho frío ese invierno."

No en vano, Oyola nos deja un final muy carveriano que os animo a que descubráis (entre sus libros preferidos está De que hablamos cuando hablamos de amor).
*Villa Scasso, oeste de la provincia de Buenos Aires. Un laberinto de callejuelas y paredes de ladrillo hueco con sus propias leyes —las de los Pibes de Scasso— del que los policías —patas negras— se mantienen al margen. Allí, el único día nevado del invierno más helado que se recuerda, una madre y su hija mueren.

Calavera y Lagarto. Dos oficiales de policía. Al primero, salido de la villa, aún le hormiguea en el cuerpo la brutalidad y barbarie del código de Scasso. El segundo se resiste a dejarse llevar por la marea de violencia que gobierna sus calles. Esta es la historia de una venganza en un enclave salvaje; de policías que juran devoción a estampitas de San Jorge, de delincuentes que veneran a San La Muerte y de una sorda guerra urbana en la que los que sobreviven, los que matan, terminan corrompidos, asfixiados por sus pecados.