martes, 17 de julio de 2007

Vindicación de los Mr. Chapu

Hay un personaje emblemático en muchos lugares de trabajo, residencia o recreo. Es aquel al que siempre llamamos cuando se nos rompe un mueble. El que nos atornilla aquella balda inestable o nos repara la resquebrajada cañeria. Un cruce entre Mackiver y el Fary, capaz de cantar "ay torito bravo, ay torito chulo" a la vez que hace un superarmario con dos maderas y cuatro tornillos.

Habréis avidinado que estoy hablando del hombre de mantenimiento, mundialmente conocido como: el CHAPU.

Bien, pues a pesar del tono jocoso con el que empezado, debo reconocer que cada día admiro más a los chapuzas.

Son como una fuente de inagotable sabiduría. Para ellos, el bricolage no tiene secretos.

El trabajo manual es maravilloso. Viendo a diferentes equipos de pintores, electricistas, atrezzistas, carpinteros y manitas construir un plató con sus pertinentes decorados, a uno no le queda otra que bajarse el sombrero y decir: olé y olé (tus huevos)*.

En fin, que hacía tiempo que no me sentía tan realizado. ¿Qué he hecho? Ni yoga, ni libros de autoayuda, ni metafísica por vía intravenosa o libresca. Si hoy me siento persona, es gracias a un espejo.

No es un espejo cualquiera. Enmarqué el cristal, atornillé y taladré, pinté de blanco la madera, coloqué casquetes para bombillas, hice un circuito eléctrico.

Sirva este post de reivindicación del trabajo manual y de la labor de todos los chapus del mundo. Yo profeso mi admiración hacía Paco, hombre capaz de levantar el mundo en seis días, uno menos que Dios. Ahí queda eso.

*Notas: Para una mayor adecuación a la realidad cabe sustituir "(tus huevos)" por "(tu maña)", pero es que me apetecía escribir "(tus huevos)"

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