domingo, 30 de septiembre de 2007

Popurrí


popurrí
(Del fr. pot pourri, calco del esp. olla podrida).
m. Mezcolanza de cosas diversas, cajón de sastre.


Acabo de leer La Bola de la independencia de El Fisgón. Evidenciando que la historia es siempre mucho más compleja de lo que se nos hace ver, desmonta tópicos de la independencia mexicana. ¿Qué fue para El Fisgón el proceso independentista? De un intento elitista y criollo a un emperador cruel y autoritario, pasando por un pueblo belicoso con legítimas aspiraciones de igualdad. Muerte a las mitologías, vida a las ideas de libertad, igualdad y fraternidad. Por cierto: gran prólogo de Lorenzo Meyer.

"España necesita a alguien que esté orgulloso de ser español. La soberanía nacional es la esencia". Dice Rajoy a cuento de la quema de fotografías del rey y del Plan Ibarretxe II. A cuento de nada. Si no estuvieran todo el día que si fotos quemedas arriba, que si fotos quemadas abajo; nadie las quemaría. Eso también va por los medios. Y ni España se rompe, ni se va romper. El derecho a la autodeterminación que ha invocado el lehendakari no es tal. Primero, porque la soberanía nacional es, como su nombre indica, nacional y no vasca. Así que si se hace un referéndum decidimos todos los españoles y no unos pocos. Segundo, porque el derecho a la autodeterminación está reconcido internacionalmente por la ONU solo para los casos de las ex-colonias. Y en consecuencia se le ha contestado desde el gobierno a Ibarretxe: no. ¡Vete al cuerno Rajoy! ¡Españoles somos todos, no sólo tú y los tuyos!

Santiago Roncangliogo escribe hoy en El País acerca de la STASI y de sus métodos fríos e impersonales para torturar. Si el holocausto fue la planificación industrial de la muerte, los soviéticos consiguieron mecanizar y planificar un sistema que no dejaba huella de las torturas, que evitaba el sentimiento de culpabilidad de los verdugos y cuya eficacia era absoluta: no solo arrancaba testimonios, sino que lograba anular la voluntad de las personas. Un artículo digno de ser leído.

El sábado fui al IKEA de San Sebastián de los Reyes. Un párking atestado de gente, una superficie comercial engullida por una ríada humana. Sorprendentemente, no me tocó hacer cola a la hora de pagar. Los suecos se lo montan divinamente: muebles baratos, artículos estratégicamente situados, una imagen de marca moderna, amigable. Y mil artimañas más para lograr que ya sean pocos los hogares que no posean algún artículo de Ikea. Eso sí, resulta llamativo que una firma que se vendió al principio como ecológica, haya dado lugar a un fenómeno nada ecológico, a saber: que cada cierto tiempo redecoremos con Ikea nuestras casas, puesto que el precio permite usar y tirar. Paradojas nos da la vida.

Si los chistes se me permiten: Un día la mafia rusa secuestró a Chuk Norris. Pasados diez minutos, Rusia pertenecía a Tejas.

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